Escrito por : Unknown miércoles, 26 de marzo de 2014




El País ha publicado recientemente una noticia sobre cómo afecta el uso de mensajes de texto SMS (y el particular lenguaje que en ellos utilizan los jóvenes) a la competencia lingüística del usuario:
[Que su hijo escriba mal los mensajes] no significa que por eso vaya a cometer más faltas de ortografía cuando se enfrente a un texto formal. Incluso puede que domine mejor las reglas del lenguaje que los que no manipulan tanto las palabras en sus mensajes cortos. Un estudio de tres universidades francesas, auspiciado por el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés y publicado este martes, concluye que los hábitos de escritura de los alumnos en sus mensajes no cambian lo que saben (o no) de ortografía. Los mensajes por el móvil SMS, sostiene, no les influyen. Una conclusión aplicable, por extensión, a los mensajes de WhatsApp, que han sustituido progresivamente a los SMS. Los expertos (la mayoría, porque también hay voces en contra) añaden: su hijo juega con el lenguaje y sabe distinguir cuándo (y con quién) puede jugar y cuándo no. Y revelan: la escritura ininteligible es una diferencia generacional que hace a propósito. Que usted no le entiende porque él no quiere que le entienda, vaya. (Leer noticia completa)
Es curioso que la fecha de esta noticia sea el año 2014... parece que el estudio se ha demorado un poco, ¿no? Hoy los jóvenes apenas escriben SMS (quizá solo para avisar a sus padres de que llegan tarde a cenar), y el diferente uso que se le da hoy a aplicaciones de mensajería instantánea o directamente el nuevo funcionamiento de los teclados de los teléfonos convierte dicho estudio/noticia en algo obsoleto antes de publicarse.

Recuerdo que ya en primero de carrera hice un trabajo sobre la influencia de los SMS en los conocimientos lingüísticos de las personas. Mi estudio no pasaba de "amateur", pero me valió para obtener Matrícula de Honor y alcanzar la misma conclusión anunciada en El País: escribimos (escribíamos) mal los SMS por una cuestión de tiempo, comodidad y, sobretodo, espacio (= dinero, ya que un mensaje demasiado largo podía costar el doble).


Pasan los años y muchas de las alarmas que saltaron en el pasado por la influencia nociva que podían tener nuevas tecnologías en los jóvenes resulta que quedaron en nada. Los emoticonos, por ejemplo, no han reemplazado a las palabras. El emoticono permite mostrar la actitud de un hablante o hacer un guiño cordial al receptor, algo que usando la lengua estándar quizá nos llevaría demasiado espacio y haría más farragoso el mensaje.


Un ejemplo de lo contrario: el autocorrector de Word, esa herramienta que ya no solo utiliza la juventud sino que está presente en toda oficina o despacho. ¡Cuán incapaces de escribir sin faltas nos ha vuelto el corrector y qué pocos se plantean desconectarlo! Habréis escuchado algún comentario sobre lo inútil que se siente mucha gente al escribir sin autocorrector o seguro que habréis detectado alguna de esas traicioneras tildes diacríticas que se le escapan al que no practica la ortografía desde el instituto pero escribe a diario a ordenador.

¿Será que las críticas que se escuchan están más bien dirigidas a las modas juveniles y no tanto a la tecnología? ¿Serán fruto del desconocimiento y un poco también del miedo?


Lo cierto es que a día de hoy Internet y las redes sociales siguen siendo mayoritariamente textuales: gracias a aplicaciones como Whatsapp, Facebook o Twitter la juventud escribe y lee muchísimo más que antes. En un futuro de "Siris" y Google Glass esto podría cambiar, pero por ahora la situación es esta.

En vez de publicar estudios que llegan 15 años tarde, El País bien podría profundizar en los beneficios, los peligros y también las transformaciones que las nuevas tecnologías provocan en la juventud y la sociedad en general. Algunas ideas menos demodé en las que quizá podría profundizar en un futuro: cómo pueden afectar a la escritura los teclados "deslizantes" de aplicaciones como Keymonk o Swype o cómo afectarán a la lectura y literatura los fast-readers tipo Spritz.


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